"En general, nada es lo que parece" (A. N. Choa)

domingo, 26 de junio de 2011

17 - Cuartel general


Como Anchoa había dicho "Mañana a la noche reunión en el Club", pero no especificó la hora, cuando empezó a oscurecer me fui para Pampa y Miñones.

El portón de la esquina estaba cerrado, así que me di toda la vuelta hasta la entrada de José Hernández.

Empujé la puerta de metal, que chirrió más de lo que me hubiera gustado. Como no era día de partido, adentro era una boca de lobo.

Solamente dos estímulos alcanzaron a mis sentidos, por cierto que de distinta intensidad: una débil luz que parecía salir de la ventana de un cuartito que está al final de una calle interna, y un contundente aroma a choripan que claramente se expandía desde abajo de la tribuna local.
Caminé tratando de no hacer ruido. No sabía bien por qué; tal vez me resultaba intimidante el silencio que había en ese lugar, contrastado con el recuerdo que tenía de aquella tarde en que lo había ido a buscar a Anchoa, en el medio del estrépito de un partido.
Medio a tientas, pero guiándome por la luz de la ventanita, llegué al lugar donde supuse que estarían reunidos.

Golpeé la puerta de madera, y me abrieron inmediatamente.

-¡Pase, tordo, póngase cómodo!, me dijo Anchoa mientras me empujaba suavemente hacia adentro apoyándome una mano en el medio de la espalda, y volvía a cerrar rápidamente.

Al entrar, me dí cuenta de que la fuente de la luz mortecina que se veía por la ventana, era la pantalla de una de esas computadoras portátiles que se usan ahora, que estaba encendida sobre una mesa

A medida que la vista se me iba acostumbrando a esa semipenumbra, pude ir distinguiendo las caras de el Topo, Fusa, Pascua y Popote, que estaban sentados alrededor.
Me seguía faltando el Soldado, el que según Anchoa estaba en una misión secreta. Pero preferí no preguntar.

-¡Buenas noches! saludaron los cuatro casi a coro.
Qué barrabravas tan formales y ceremoniosos, pensé.

El Topo se paró y me dijo:
-Doctor, disculpe el atrevimiento, pero ayer yo le entregué un equipo de comunicaciones...
-Tiene razón, acá lo tiene, la verdad es que casi me vuelven loco con este aparatito
-Hoy en día una buena comunicación es un factor fundamental para cualquier investigación que uno quiera encarar, me contestó, mientras guardaba el handy en un armario de metal

Anchoa, que mientras tanto estaba parado al lado de la ventanita mirando de reojo para afuera, me dijo:
-Tal como usted nos denominó ayer, Tordo, acá estamos: el equipo completo. Menos el Soldado, que...bueno, ya le voy a ir explicando.

Otra vez me veía en la circunstancia de tener que acomodar fichas en mi cabeza.
Anchoa, que hacía un tiempo era para mí nada más (y nada menos) que un barrabrava de Excursionistas, un buen día se destapó con que en realidad era Alfredo Naum Choa, una especie de investigador privado, o detective.
Y después, no sólo eso: resulta que los tipos que yo pensaba que sí eran verdaderos barrabravas, formaban parte de un equipo del cual Anchoa parecía ser el jefe.
Ahí recordé aquel día en que Anchoa me dió su tarjeta, y me puse a buscarla en el bolsillo interior del saco.

-Si la perdió no se preocupe, Tordo. Acá tiene otra.
Ya resignado a que adivinara mis pensamientos, o los dedujera a partir de mis actitudes, quién sabe, tomé la tarjeta, que efectivamente, como yo recordaba, decía:

Choa y Asociados
Investigaciones Globales
Alfredo Naum Choa
Socio Gerente

O sea que todos estos tipos formaban parte de "Investigaciones Globales".
Ahora bien. ¿Qué era concretamente lo que estaban investigando? ¿Y quién los había contratado?
Porque si bien, hay que reconocerlo, en el bar de Lacroze pasaban cosas extrañas, no parecía haber en todo ese asunto nadie particularmente perjudicado.
Aunque, pensándolo bien, yo mismo había recibido una nota anónima pidiendo ayuda, adentro de un sandwich de crudo y manteca.
Y una duda que me asaltaba permanentemente: si estaban detrás de algo importante, ¿por qué misteriosa razón Anchoa no sólo me había develado su verdadera identidad, sino que además, como quien no quiere la cosa, me estaba haciendo participar de la investigación, y hasta formar parte del "Equipo", con intercomunicación incluída?

Tres golpes en la puerta interrumpieron mis cavilaciones.

Cuando Anchoa abrió, el olor a choripan que me había sorprendido al entrar al club, inundó el cuartito a tal punto, que me provocó un aluvión de saliva en la boca.
Detrás del celestial perfume, entró Pilín, con una fuente rebosante de sandwiches en una mano, y una damajuana de tinto en la otra.
-¡Dotor! ¡Qué sorpresa! ¡Menos mal que preparé de más! me dijo el gordo con su voz infantil y una sonrisa inocente.
-Gracias, por mí no se preocupe, casi no tengo apetito, le mentí.
Dejó la fuente sobre la mesa, al lado de la computadora, y la damajuana en el piso, a un costado, y salió mientras decía:
-¡En un rato les traigo otra tanda!

Lo llevé a Anchoa hacia la puerta, para que los otros no nos escucharan.
-Dígame una cosa. ¿No era que Pilín no sabía nada de la investigación? ¿Se acuerda cómo me hizo callar la boca cuando lo llamé por su verdadero nombre el día que el perro le afanó el salamín, al gordo? ¿Y resulta que ahora lo tiene acá, haciéndoles el cátering, como se dice ahora? ¿Me va a decir que él también pertenece a Investigaciones Globales?
-¡Epa, Tordo! ¡Cuántas preguntas! Quédese tranquilo. El gordo es de la hinchada de Excursionistas desde que nació, prácticamente. Lo traía el padre a todos los partidos y lo cargaba a cococho para que el pibe pudiera ver mejor. Hizo lo mismo hasta que el gordo tuvo como diez años. Después Pilín empezó a venir solo a la cancha, y al viejo no se lo vio más. Se corrió la bola de que sufrió un aplastamiento vertebral que lo dejó postrado en una cama para siempre. Cuando empezamos la investigación, necesitábamos un contacto en el bar, y ese contacto es el gordo, que es habitué desde que era pibe. Lo de Excursionistas llegó por añadidura, y nos vino bien, porque de a poco cooptamos la barra brava, y ahora usamos las instalaciones del club como cuartel general.

Semejante catarata de revelaciones me dejó sin aliento, pero igual pude preguntarle.
-Y cómo hacen para que no se avive de lo que están haciendo?
-Ya le dije tordo, el gordo es medio pavo. Es como un chico. Mientras tenga la panza llena ni pregunta. Además, le decimos que estas son reuniones para planificar la estrategia por si hay enfrentamientos con las hinchadas rivales, y para ensayar los cantitos.
-¡Claro! Y la computadora ¿para qué le dicen que la usan?
-¡La laptop! Me hizo acordar. Entremos que le muestro.

- CONTINUARÁ -


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6 comentarios:

  1. Este fue un buen capítulo que me olvide de comentar en su momento... pero estuve esperando todo el día por el nuevo capítulo y aquí estamos, cerca de la medianoche del martes y nada... Y yo sin saber qué pasa con el detective Choa y con su tropa...

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  2. Agustin:
    Esta semana el asunto viene un poco retrasado. Pronto habrá novedades
    Un abrazo
    W.S.

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  3. este bar queda a la vuelta de mi casa!!
    que lastimna que cerró el lugar donde enseñan ängelología"y "cristificacion"

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  4. Cerró todo!! El instituto del primer piso, y el bar!! Una verdadera pérdida para el barrio. Por suerte sigue en pie la frutería de enfrente y la calesita de la esquina de la vía

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  5. Siempre se hace poco, Doctor. Habrá que juntar ganas hasta el próximo domingo...

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