- ¡Me
caigo y me levanto! ¡Usted me está cachando, Anchoa!
-
No, Doc. Le juro que no. Pascua revisó sus cálculos varias veces, y es
perfectamente posible.
- ¿Y
quiénes son esas dos personas?
-
Tordo, me extraña su pregunta. Como se imaginará, las ecuaciones del Doctor
Pascualini le han permitido arribar a una estimación meramente cuantitativa.
- No
le entiendo.
- No
es tan difícil, Tordo. Las ecuaciones que maneja la teoría en la que Pascua es
experto…
-
Sí, sí, el Cuantevergarchung ese…
- Veo
que le gustó el nombre, Doc. Pero no es exactamente como usted lo pronuncia. No
se le vaya a ocurrir andar repitiendo eso por ahí, que queda feo. Si no le sale,
en todo caso diga Entrelazamiento Cuántico.
- Disculpe, es que me pongo ansioso.
-
Bueno, entonces no me interrumpa y déjeme que le explique. Le decía que la
reformulación del conjunto de ecuaciones de la teoría, que Pascua se puso a
hacer a partir del dato del cartel municipal, le permitió deducir la masa total
de los elementos que están llegando desde el pasado. Y los últimos cálculos le
dan que correspondería aproximadamente a la de dos personas. Pero no nos pida que le averigüemos
el número de documento, hombre. ¡Estamos hablando de física cuántica, no de
adivinación!
Cuantos
más detalles me revelaba Anchoa acerca de los descubrimientos del Doctor
Pascualini, más fantasioso me sonaba todo el asunto ése, y más ganas me daban
de pararme y retirarme, dejándolo con la palabra en la boca, para que
aprendiera que está muy mal burlarse de una persona mayor. Pero a su vez, esa
misma información que me iba aportando con cuentagotas, me generaba una intriga
que hacía que me quedara sentado en la silla de lona, en la vereda del bar. Era
como un tira y afloje permanente dentro de mí.
Como
me percaté de que por ese lado no iba a obtener más datos, decidí interrogarlo
acerca de otro tema más concreto, que con esas cuestiones de las alteraciones
del tiempo había quedado un poco de lado en la investigación. O al menos eso me
parecía a mí. No pude evitar un cierto tono irónico al formularle la pregunta:
- Y
dígame otra cosita, Anchoa. ¿Su amigo el Doctor Pascualini, con esas ecuaciones
de la teoría del Cuantever…bueno, usted ya sabe: pudo sacar alguna conclusión
acerca de la gente que sale de a montones por la puerta celeste, hablando por celular con cara de feliz cumpleaños?
-
Bueno, Tordo. Ese no es precisamente el campo de investigación de Pascua. Yo ya
le expliqué que en ese tema lo tenemos trabajando al Soldado.
-Sí,
que a esta altura ya lleva como diez días desaparecido en acción.
-
Usted confíe. El Soldado es un experto en supervivencia. Igualmente, en base a
algunos datos que llegó a transmitirnos antes de que se cortara la
comunicación, desarrollamos una hipótesis al respecto. Si quiere, le cuento.
- Y
bueno, qué puedo perder. Déle nomás.
-
Aparentemente, toda esa gente que va cayendo atraída por el aviso que ofrece
ese trabajo tan ventajoso, es alojada en el galpón de atrás del bar, y luego de
una charla introductoria, son sometidos a una especie de hipnosis colectiva.
-
Cada vez entiendo menos. ¿Usted dice que les hacen como un lavado de cerebro?
-
Digamos que algo así. Combinando los descubrimientos del Doctor Pascualini con esto
que nos llegó a informar el Soldado, nuestra teoría es que ahí adentro
aprovechan algún subproducto de las alteraciones del tiempo que se producen en
la manzana, y que tendrían su epicentro aproximadamente en el punto en el que
contactan el terreno del bar con el del galpón.
-
¡Ahí donde está el árbol ese que usted me mostró en la computadora, con ese programa que me hizo vomitar!
-
Exactamente ahí. El árbol, que es más precisamente un arbusto, porque se trata
de un ombú, tiene mucho que ver en el asunto
- ¿Y
qué vendría a ser ese subproducto, como usted le llama?
-
Pareciera, y todo está sujeto a verificación, por supuesto, que todos esos
desbarajustes en el fluir del tiempo van acompañados de una especie de energía
que influye sobre la mente de las personas que se encuentran dentro de un radio
determinado alrededor del epicentro del vórtice, es decir, alrededor del ombú.
Sería como un efecto colateral del Entrelazamiento Cuántico, como consecuencia
del cual las ondas temporales interfieren con las ondas cerebrales.
-
Mire, Anchoa, con todo respeto le digo. Todo esto que usted me cuenta me hace
acordar a esas películas berretas de ciencia ficción que dan los domingos a la
tarde en la televisión.
-
Puede ser, Doc. Pero todo está comprobado científicamente. Y eso incluye el
aspecto histórico.
- Si
me explica un poco más le voy a agradecer.
- Es
un poco largo, téngame paciencia. Resulta que, según los estudios históricos
del Licenciado Topolovsky, lo que hoy conocemos como Avenida Cabildo, la que
tenemos acá nomás, a escasos trescientos sesenta y siete metros, era, a
principios del siglo XIX, paso obligado de quienes se dirigían a las provincias
del norte, y se denominaba Camino Real. Según algunas crónicas de la época,
muchos viajeros que preferían ahorrarse el gasto de una consumición en la
pulpería La Blanqueada, que estaba ubicada a la altura de lo que hoy es la
calle Pampa, hacían su primera parada bajo un ombú que había un cuarto de legua
antes, unos trescientos metros a la izquierda del camino. Exactamente ahí,
atrás de la cocina.
Dijo
esto último señalando con la pera hacia el interior del bar. Automáticamente
giré la cabeza, y pude ver lo de siempre: en el fondo del local, Doña
Moderación detrás de la caja registradora, conversando con Candela, y más
atrás, recortada en la luminosidad mortecina del pasaplatos, la silueta en
movimiento de Svebor, haciendo sus cosas de cocinero.
-¿Usted
dice que ese árbol que vimos en la computadora, perdón, ese ombú, está ahí
desde la época de los gauchos?
-
Desde antes, seguramente. Si bien se dice que el promedio de vida de estos
vegetales es de doscientos años, en Uruguay hay un bosque de ellos cuya edad se
calcula en más de quinientos. La cuestión es que las crónicas de la época
también hablan de la misteriosa desaparición de un viajero del que se perdió
todo rastro cuando, tal vez buscando cierta privacidad para desahogar su
vejiga, o su intestino, dió la vuelta alrededor del ombú. Lo que indicaría que
el vórtice temporal está en funcionamiento por
lo menos desde aquella época.
-¡Me
cacho! Quiere decir que ese viajero que se perdió de vista, en realidad no
desapareció, sino…
-
…sino que viajó al futuro.
- CONTINUARÁ -
Excelente giro!!
ResponderEliminarBueno, voy a tratar de no girar, a ver si viajo en el tiempo...
El gaucho ese que viajó al futuro, ¿no será ninguno de los bailarines de Tinelli, no?
Abrazos!!